¿Cómo nos ayudan los Santos?

La intercesión de los santos ha sido buscada e invocada en la Iglesia desde casi el mismo comienzo de su historia, es decir, desde el momento en que la Iglesia comenzó a producir mártires, lo cual ocurrió muy temprano.1 Siempre se había considerado en Israel (y, por lo tanto, en la Iglesia) que los que están en el cielo de alguna manera pueden ver lo que sucede en la tierra y están orando por nosotros.

Así que, por ejemplo, leemos en 2 Macabeos 15:12 que el sumo sacerdote mártir Onías "suplicaba con las manos tendidas por toda la comunidad de los judíos” Además, se le unió en su intercesión un hombre "que se distinguía por sus blancos cabellos y su dignidad, rodeado de admirable y majestuosa soberanía". Onías reveló en la visión que "Éste es el que ama a sus hermanos, el que ora mucho por su pueblo y por la ciudad santa, Jeremías*, el profeta de Dios".

Esta perspectiva continuó en los tiempos del Nuevo Testamento y sustentaba las palabras de nuestro Señor de que aquellos en el cielo se regocijan por el arrepentimiento de un solo pecador en la tierra (Lucas 15:7). Porque, de lo contrario, ¿cómo podrían conocer el arrepentimiento de un pecador a menos que la Tierra estuviera de algún modo visible para aquellos en el Cielo? La misma perspectiva también respalda la imagen que se encuentra en Hebreos 12:1, que utiliza una carrera atlética para representar la lucha cristiana. Nosotros en la tierra estamos corriendo la carrera de la fe, animados por "tan grande nube de testigos" que nos observa desde las gradas celestiales. También vemos en el Apocalipsis2 que los santos saben lo que está sucediendo en la tierra mientras están en el cielo.

Therefore, the saints in heaven are not separated from us here, still struggling on earth. There are not two churches—the Church Triumphant (in heaven), and the Church Militant (on earth). There is just one single Church, whose members share unity in Christ and pray for one another. Therefore, in the Divine Liturgy we say,

Te ofrecemos también este oficio racional por los que han fallecido en la fe, por los antepasados, padres, patriarcas, profetas, apóstoles, predicadores, evangelistas, mártires, confesores de la fe, ascetas y por toda alma recta fallecida en la fe principalmente por la Santísima, Purísima, Bienaventurada, Gloriosa Soberana nuestra, la Madre de Dios y Siempre Virgen, María. Por San Juan Profeta, Precursor y Bautista, por los santos, gloriosos y alabadísimos Apóstoles, y todos tus Santos. Por sus oraciones visítanos, ¡oh, Dios!3

Intercesión de los Santos

Nuestra invocación de las oraciones de los santos encuentra su contexto en esta vasta red de amor y intercesión mutua. Los santos ya están orando por nosotros porque somos parte de la Iglesia. Sin embargo, el amor es específico, tan específico como la amistad, y a medida que crece la amistad entre nosotros y un santo celestial en particular, también disfrutamos de su intercesión particular. Tenemos nuestro propio santo patrón, en cuyo amor e intercesión confiamos, al igual que confiamos en el amor y las oraciones de nuestros amigos cristianos en la tierra. Pero nuestros amigos celestiales, al estar más cerca de Cristo, tienen una oración más poderosa que nuestros amigos en la tierra. Por eso, la Iglesia siempre ha invocado las oraciones de sus mártires. Si, por ejemplo, las oraciones de Policarpo por su rebaño en Esmirna tenían poder mientras estaba en la tierra, ¿cuánto más poder tendrán sus oraciones ahora que está en el cielo cerca del trono de Dios?

En ocasiones se escucha que los santos en el cielo no nos proporcionan ninguna ayuda excepto la ayuda de la intercesión y que no nos ayudan y sanan directamente, sino que solo oran para que Cristo nos sane. Es dudoso que tal dicotomía pueda sostenerse. Pues Cristo envió a sus apóstoles a sanar (Mateo 10:8) y se registra que efectivamente sanaron a los enfermos (Marcos 6:13). Entonces, ¿quién sanó a esas personas, los apóstoles o Cristo? ¡Obviamente, ambos! Se podría decir: "Los apóstoles sanaron mediante el poder de Cristo" o también se podría decir igualmente: "Cristo sanó a través de sus apóstoles".4

Entonces, los santos sí nos escuchan y nos sanan, porque es Jesucristo quien sana a través de ellos. Los himnos a los santos (como los acatistas) son parte de nuestra alabanza última a Jesús. Amamos a los santos porque son amigos suyos y los alabamos por su ayuda, porque esta poderosa ayuda proviene en última instancia de Cristo. Y los propios santos son obras de Cristo, el divino Autor. Es por eso que en las fiestas de los santos alabamos a Cristo diciendo: "Dios es maravilloso en sus santos".


Footnotes

  1. San Ignacio de Antioquía, por ejemplo, fue martirizado alrededor del año 107 d.C., poco después de la muerte del Apóstol Juan.

  2. Apocalipsis 6:9–11, 16:4–7.

  3. El Oficio de La Santa Liturgia (opens in a new tab), Adaptado de la Publicación de la Hermandad Ortodoxa “San Sergio” Buenos Aires 1998, pagina 41.

  4. Por eso, cuando Pedro sanó a un hombre imponiéndole las manos, le dijo a la persona: "Jesucristo te sana" (Hechos 9:34).