Agradecimiento, Creación, y la Caída
La Anáfora, entonces, nos lleva a elevar nuestros corazones en acción de gracias. Esto no es simplemente algo que el sacerdote hace mientras observamos, sino que incluye nuestras oraciones de memoria y nuestras gracias, en armonía con la obediencia del Hijo al Padre: "Así que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre" (Hebreos 13:15). A diferencia de la práctica romana (católica), nuestros sacerdotes no pueden celebrar la Liturgia en solitario, sino que sirven como representantes del pueblo de Dios, que dice "¡Amén!" y también participa en la ofrenda de acción de gracias. Esto debería quedar claro por el término que damos a nuestra acción, la "Eucaristía" (literalmente, el "dar gracias").