La Ofrenda del Hijo al Padre y el Sacrificio
Durante la Cuaresma, nos complace unirnos a la antigua liturgia de San Basilio de Cesarea. En la Anáfora, elevamos nuestros corazones mientras nuestro sacerdote (o obispo) ora,
Porque, ya que a través del hombre entró el pecado en el mundo y a través del pecado la muerte, complació a tu Hijo unigénito, que está en tu seno, Dios y Padre, nacido de una mujer, la santa Theotokos y siempre virgen María, nacido bajo la ley, condenar el pecado en su carne, para que aquellos que murieron en Adán sean llevados a la vida en Él, tu Cristo.1
Esta oración guarda cierta similitud con pasajes de las cartas de San Pablo y de los Padres de la Iglesia, tejiendo juntos temas y momentos soteriológicos.2 En una sola oración se integran ecos del Evangelio y al menos cinco pasajes de las epístolas (Rom 5:12; Juan 1:18; Gál 4:4; Rom 8:3; 1 Cor 15:22). Vislumbramos la gloria de la creación, el llamado de Dios a Israel, la Encarnación, la Crucifixión y la Resurrección, todos ellos conectados con la expiación realizada por nosotros. Podemos usar la palabra expiación aquí en su sentido más básico: lo que Cristo ha hecho para reconciliarnos con Dios y con el resto de la creación, restaurando la bondad unificada original de la Creación.
Footnotes
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† Este texto litúrgico está traducido del inglés. ↩
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La soteriología es el estudio de la doctrina de la salvación, por lo tanto, un momento soteriológico es una instancia en la que se habla claramente de los medios de nuestra salvación, por ejemplo, en la oración del sacerdote: "...nacido bajo la ley, condenar el pecado en su carne, para que aquellos que murieron en Adán sean llevados a la vida en Él, tu Cristo." ↩