Cristo el Profeta

Leemos en Hebreos lo siguiente: "Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo" (Hebreos 1:1-2). Mientras que en el Antiguo Testamento, la Palabra de Dios llegaba a ciertos mensajeros designados que tenían la tarea de predicar al pueblo de Dios, ahora la Palabra misma, por medio de la cual el Padre "habló" al universo, se ha hecho carne y nos ha hablado cara a cara. Jesucristo no es simplemente un profeta que lleva el mensaje de otro, como Dios, él es también el originador de ese mensaje. A través de él encontramos la revelación perfecta del Padre. Como escribe San Juan, "A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer" (Juan 1:18).1

Durante su vida terrenal, Jesús predicó al pueblo con su propia autoridad. Su mensaje de amor abnegado y misericordia trascendió los requisitos de la Torá. En lugar de abolir la Ley de Moisés, la llenó hasta rebosar, señalándonos más allá de la letra y hacia su espíritu. Como maestro, Jesús a menudo se adaptaba al nivel de su audiencia, contando parábolas utilizando imágenes agrícolas familiares. Sin embargo, al tratar con autoridades religiosas hipócritas, sus palabras eran incisivas, evocando a los profetas del Antiguo Testamento. Estas palabras fuertes de Jesús siguen desafiando al oyente y están destinadas a sacarnos de nuestra zona de confort. Ya sea con suavidad o firmeza, las palabras del Salvador son un bálsamo necesario destinado a impulsarnos hacia la salvación.

Con la llegada del Mesías, entramos en la plenitud del plan de Dios para el hombre. Él levantó a Adán y Eva para que, en ellos, pudiéramos ser restaurados a nuestro verdadero propósito. Y al enviar al Espíritu Santo sobre sus discípulos, les permitió comprender y vivir según la "ley del Espíritu" (Romanos 8:2), que ahora está escrita en el corazón de cada uno de los fieles (ver Jeremías 31:33). Esto significa un cambio radical en la vida, ya que la persona pasa de la esclavitud a la libertad, de la muerte a la vida, de la oscuridad a la luz. La proclamación de nuestra redención, por lo tanto, es "una buena noticia" (evangelio), el único mensaje digno de difundir hasta los cuatro rincones de la tierra. Nuestro encuentro con el "Verbo de vida" encarnado (1 Juan 1:1) a través de nuestra experiencia en su cuerpo, la Iglesia, es una continuación de las palabras y obras de nuestro Señor, que son llevadas adelante por los labios de su pueblo.


Footnotes

  1. La palabra griega traducida como "dado a conocer" en Juan 1:18 es exēgēsato, de la cual deriva la palabra en español "exégesis" (que significa "explicación, interpretación"). Por lo tanto, el Hijo de Dios ha "interpretado" literalmente al Padre. En otras palabras, solo conocemos al Padre tal como se revela a través de su Hijo. † Esta nota ha sido ampliada del inglés.