El Tesoro de la Anáfora

Hemos visto, entonces, cómo este momento más elevado de la Liturgia, la Anáfora, nos revela verdades asombrosas sobre lo que y quién se eleva, y por qué lo hacemos. Somos llevados de vuelta a la creación y recordamos todo lo que Dios ha hecho en nuestra historia humana, al mismo tiempo que reflexionamos con sobriedad sobre las complicaciones de la caída tanto para nosotros como para toda la creación. Nos enfocamos en el regalo sacrificado de Dios el Hijo, su vida, muerte, resurrección, ascensión y prometido regreso en gloria, maravillándonos ante un milagro de expiación (hacer uno)1 tan grande que necesitamos muchas formas diferentes de contemplarlo. Con temor, agregamos nuestro propio agradecimiento a su sacrificio, sabiendo que Dios también nos pide que nos entreguemos a Él por el bien de los demás. Contemplamos y vemos cómo el Espíritu Santo obra en este gran momento, santificando los Santos Misterios para nuestra sanación y también transformando toda nuestra vida, como un anticipo de la bienaventuranza que experimentaremos eternamente. Finalmente, recordamos a la Theotokos, a los santos benditos y a aquellos en medio de nosotros que tienen necesidades especiales, mostrando en estas intercesiones nuestra naturaleza como la Iglesia, en la que cada miembro del cuerpo está conectado con los demás.

Como el Metropolita Kallistos Ware (de bendita memoria) resume todo esto, nos recuerda que en la Anáfora ofrecemos pan y vino, toda la creación, nosotros mismos y a Cristo. Pero, por supuesto, nos recuerda, son solo las manos del sacerdote y las voces de los adoradores a quienes Cristo mismo, el verdadero celebrante, usa mientras levanta todo hacia el Padre.2 Este tiempo de "elevación" nos lleva a un nuevo punto de vista desde el cual podemos ver todo el drama de Dios, desde el amanecer de la creación hasta la nueva creación, y estamos seguros de nuestro lugar juntos en él. Pero no es simplemente cuestión de entender o ver: somos elevados a su misteriosa presencia y somos vivificados en mente, alma, espíritu y corazón. Compartimos juntos el don de Dios, un don dado a todos y para todos.


Footnotes

  1. † La palabra en inglés más utilizada para la expiación de Cristo es 'atonement', la cual es un neologismo de los protestantes ingleses de la Reforma que significa 'La acción por la cual uno se pone en armonía con el otro'.

  2. Kallistos Ware, “The Eucharistic Sacrifice—Who Offers What to Whom? (opens in a new tab)