Koinonia1
La unidad que tenemos unos con otros en Cristo como miembros de su Cuerpo, la Iglesia, trasciende cualquier tipo de pseudo-unidad que se pueda encontrar en este mundo. No es simplemente un compartir de opiniones o ideales comunes. Más bien, somos literalmente miembros unos de otros en un solo Cuerpo, cada miembro compartiendo plenamente en todos los aspectos del todo. Una analogía para esta unidad en Cristo es la manera en que Dios diseñó la constitución genética de nuestros propios cuerpos físicos. Cada una de las pequeñas y aparentemente insignificantes células de nuestros cuerpos contiene en su interior el ADN de todo nuestro cuerpo. Aunque cada célula de nuestro cuerpo tiene su propia función y propósito adecuados, cada una contiene el cuerpo entero en su interior y, por lo tanto, está unificada e identificada con el todo. Así sucede con el Cuerpo de Cristo. El Apóstol Pablo escribió: "Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo" (1 Corintios 12:12). Nuestra unión mutua en Cristo, por lo tanto, no es artificial ni forzada. Es una unidad orgánica que se nos concede en nuestro bautismo y que se manifiesta y se cumple en nuestra comunión eucarística en el Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesús.
Cada uno de nuestros hermanos y hermanas en el Señor son, por lo tanto, miembros inquebrantables tanto de Cristo como de nosotros mismos (Romanos 12:4-5). No podemos ignorar, herir o separarnos de ninguno de nuestros hermanos en Cristo sin causar daño, tanto a Cristo como a nosotros mismos, de la misma manera que no podríamos hacerlo con partes de nuestro propio cuerpo. Por esta razón, sabemos que nuestro Señor no estaba hablando metafóricamente cuando dijo: "Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis" (Mateo 25:40). Es por esto que confesamos una sola, santa, católica y apostólica Iglesia. Así como solo hay un Señor Jesucristo, así también él tiene solo un Cuerpo. Por lo tanto, hay una sola Iglesia que es su Cuerpo. Esta es la gran verdad eclesiológica2 mística de la Fe Ortodoxa en la que debemos cuidar de permanecer. Independientemente de lo que nuestra cultura insista, no somos individuos autónomos que pueden vivir o incluso tener una "relación con Dios" por sí solos.