Adoración: Espiritual y Física
Esta adoración tenía un componente físico, ya que el adorador es una mezcla de carne y espíritu. Si los seres humanos fueran solo espíritu, como los ángeles, y consistieran solo en mente e intelecto, la adoración no tendría componentes corporales, sino que sería la adoración incorpórea del Dios invisible, una mente buscando la Mente. Pero de hecho, los humanos son anfibios. Al igual que los anfibios viven tanto en el agua como en la tierra, los seres humanos viven tanto en el mundo de los sentidos físicos como en el mundo del espíritu. Por lo tanto, nuestra adoración participa de ambas cualidades y es tanto espiritual como física.
El componente espiritual es el más evidente para nosotros los modernos. La oración y la adoración no significan simplemente recitar sílabas, que podemos entender o no. Implica la comprensión, el nous, la capacidad interna de receptividad y relación. En ocasiones, la palabra griega nous se traduce de manera un tanto engañosa como "mente", dando la impresión de un componente puramente intelectual. Pero el nous abarca más que solo el intelecto. Incluye la capacidad interior de absorber y recibir.
Por eso, la adoración debe llevarse a cabo en un idioma que se entienda, para que las palabras pronunciadas sean expresiones de la relación entre el adorador y el Señor. Por esta razón, San Pablo insistió en que las palabras pronunciadas abiertamente en una lengua desconocida en la congregación fueran interpretadas y traducidas (ver 1 Corintios 14:13-19).
En última instancia, nuestras oraciones son espirituales, el fruto del Espíritu dentro de nosotros, que ora desde nuestro interior y nos hace clamar "¡Abba, Padre!" (Romanos 8:26-27; Gálatas 4:6). No son únicamente nuestra propia creación y obra, sino la combinación del trabajo del Espíritu dentro de nosotros y nuestro anhelo por Dios.
Pero nuestras oraciones y adoración también tienen un componente físico, ya que lo que hacemos con nuestros cuerpos afecta a nuestras almas y espíritus. Nos ponemos de pie para orar y adorar, aunque uno puede orar de rodillas o postrarse si su oración es ferviente (comparar con Mateo 26:39; Hechos 20:36). En la oración, generalmente levantamos nuestras manos y ojos hacia Dios (el gesto de manos unidas data de la época feudal y era el gesto de ofrecer fidelidad a nuestro señor feudal).
Del mismo modo, uno puede inclinarse profundamente desde la cintura (en ruso, un "poklon") o incluso hacer una postración al ofrecer oraciones (como a menudo hacen los monjes como parte de su regla de oración). También se hace la Señal de la Cruz al concluir las oraciones que terminan con una mención de la Santísima Trinidad.
Tales acciones físicas son oraciones corporales, ya que uno adora a Dios con el cuerpo además de la mente. La persona en su totalidad, el yo interior y el yo exterior, se involucra en elevarse al Señor. Es este principio lo que se expresa plenamente y de manera salvadora en los misterios y rituales sacramentales de la Iglesia. La Iglesia utiliza cosas físicas como agua, pan, vino y aceite, cosas que se vuelven portadoras del Espíritu por el mandato y la autoridad de Cristo, para producir resultados espirituales. La salvación implica sacramentos porque toda la vida es sacramental, compuesta por cosas físicas cargadas de significado y poder espiritual.