La Autoridad de las Escrituras

La Iglesia heredó de Israel su reverencia por las Escrituras hebreas y la creencia en su inspiración divina y en su centralidad y importancia duradera. Esta reverencia por las Escrituras y la creencia en su confiabilidad divina para enseñar la verdad se refleja en muchos pasajes del Nuevo Testamento. Así, Cristo dice: "Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido" (Mateo 5:18). La palabra aquí traducida como "jota" (o iota, la letra más pequeña del alfabeto griego) se refiere a la letra hebrea yod, la más pequeña del alfabeto hebreo. La palabra aquí traducida como "tilde" es el griego keraia, un "cuerno", que se refiere al trazo más pequeño del alfabeto, una marca que cambia una letra a otra (en español, el equivalente sería cruzar la letra "l" para cambiarla a una letra "t"). Cristo aquí enseña, por lo tanto, que las Escrituras tenían autoridad hasta la más pequeña parte.

En Juan 10:35, Cristo mencionó de pasada que "la Escritura no puede ser quebrantada", lo que significa que es confiable en su totalidad y no puede ser falsa en lo que enseña. En 2 Timoteo 3:16, el apóstol Pablo escribió que "Toda la Escritura es inspirada por Dios". Las palabras aquí traducidas como "inspirada por Dios" son la palabra griega theopneustos, que significa literalmente "soplada por Dios". La imagen es la de Dios exhalando las palabras de las Escrituras desde su propia boca. La comprensión de San Pablo sobre la autoridad de las Escrituras es eco de San Pedro, quien escribió respecto a las Escrituras proféticas que "los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo." (2 Pedro 1:21). La convicción judía de que su literatura ancestral sagrada era obra de Dios encontró abundante confirmación en las palabras de Cristo y en los escritos de los apóstoles.

También encontró abundante confirmación en la Iglesia primitiva. Todos los Padres de la Iglesia, sin excepción, creían que las Escrituras (que ahora incluían los escritos de los apóstoles, es decir, el Nuevo Testamento) eran en última instancia obra del Espíritu de Dios y, por lo tanto, eran completamente confiables y verdaderas. Como tal, las Escrituras leídas en la Iglesia formaban la norma normata, el estándar por el cual se debían juzgar todas las afirmaciones de verdad. Las palabras de otros hombres podrían errar y necesitar ser juzgadas por otros, pero las palabras de las Escrituras estaban por encima de tales tribunales terrenales. Representaban las palabras del mismo Dios, dadas por el Espíritu Santo a los hombres.

Así, San Justino Mártir escribió:

Pues ni por naturaleza ni por comprensión humana es posible que los humanos conozcan cosas tan grandes y divinas, sino que han recibido un don de arriba, una donación que ha descendido sobre los santos hombres, a quienes no les es necesario hablar de palabras o contender, sino que deben purificar sus propios espíritus del divino, para que lo divino, desde el cielo, toque el plectro1, como un instrumento musical como una lira, para revelarnos el conocimiento de lo divino y celestial.2

San Agustín sostenía la misma opinión sobre la autoridad de las Escrituras. Escribió:

Confieso a tu caridad que sólo a aquellos libros de las Escrituras que se llaman canónicos he aprendido a ofrendar esa reverencia y acatamiento, hasta el punto de creer con absoluta certidumbre que ninguno de sus autores se equivocó al escribir. Si algo me ofende en tales escritos, porque me parece contrario a la verdad, no dudo en afirmar o que el códice tiene una errata, o que el traductor no ha comprendido lo que estaba escrito, o que yo no lo entiendo.3

En resumen, las Escrituras, como la Palabra escrita de Dios, son de alguna manera similares a la Palabra encarnada de Dios: ambas son 100% divinas y 100% humanas, y ambas están completamente libres de pecado o error.


Footnotes

  1. † Un palillo o púa para tocar instrumentos de cuerda.

  2. † San Justino Mártir, Exhortación a los gentiles, capítulo 8. Traducido del griego de la publicación: Cohortatio ad Graecos. De monarchia [u.a.] / Pseudo-Iustinus. Ed. by Miroslav Marcovich. — Berlin ; New York : de Gruyter, 1990.

  3. † San Agustín, Carta a Jerónimo, 82.1.3. Del Obras de San Agustín: Cartas, volumen 8, Lope Cilleruelo (O.S.A.), La Editorial Católica, 1951