Oraciones por los Difuntos
Dado que la Iglesia es un Cuerpo único que abarca tanto a los vivos como a los fallecidos, es importante considerar exactamente cómo oramos por los fallecidos. ¿Qué es lo que necesitan? ¿Por qué pedimos? Un ejemplo muy claro es ofrecido por el sacerdote en nuestros servicios por los difuntos:
Oh Dios de los espíritus y de toda carne, que abatiste a la muerte y derribaste al mal, y has dado vida a Tu mundo, oh Señor, haz descansar las almas de tus siervos difuntos en un lugar de luz, un lugar de refrigerio, un lugar de reposo, donde toda enfermedad, angustia y dolor no tienen acceso. Perdona toda transgresión que hayan cometido, ya sea de palabra, de obra o de pensamiento. Porque eres un Dios bueno y amas a la humanidad; porque no hay ser humano que viva y no peque, porque tú solo estás sin pecado, tu justicia es eterna, y tu palabra es verdad.1
Esta oración afirma que Dios da a los difuntos lo que ha prometido en las Escrituras: "Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron" (Apocalipsis 21:4).
Además, es una oración por el perdón de sus pecados, con el recordatorio de que no hay nadie que viva sin pecado y que todos nosotros necesitamos el perdón de Dios.
Sin duda, tales oraciones plantean preguntas en la mente de muchos. Algunos podrían escuchar estas oraciones como si estuviéramos pidiendo a Dios que perdone a alguien que no se ha arrepentido. La fe ortodoxa nunca ha hablado de manera definitiva en estos asuntos, prefiriendo dejar que las palabras hablen por sí mismas. No hay una doctrina del purgatorio en la fe ortodoxa, ni una explicación de los "mecanismos" de la vida después de la muerte. De hecho, hay historias y revelaciones privadas sobre estos asuntos compartidas por varios santos, ninguna de las cuales alcanza el nivel de dogma de la Iglesia. En cambio, hay una confianza duradera en la bondad de Dios hacia cada criatura y el clamor de nuestros corazones en nombre de aquellos a quienes amamos.
Un santo monje sugirió una vez que la vida de cualquier individuo en la tierra afecta las vidas de quienes lo rodean. Las oraciones por tal individuo después de su muerte, por aquellos que lo conocieron o fueron tocados por él, son en efecto un eco de su propia vida, su sonido continúa resonando en los corazones de los demás. Nuestras oraciones son, por lo tanto, también sus oraciones.
A nivel psicológico, las oraciones por los difuntos ofrecen un medio muy profundo de terapia y sanación en el duelo de quienes han quedado atrás. Sirven como una comunión continua, recordándonos que la muerte no destruye nuestras relaciones. Esta realidad se refleja en la costumbre ortodoxa de ofrecer oraciones por los difuntos en el aniversario de su fallecimiento. La parábola del Rico y Lázaro (Lucas 16:19-31), contada por Cristo, ofrece detalles interesantes al respecto:
Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendidez. Había también un mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de aquel, lleno de llagas, y ansiaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico; y aun los perros venían y le lamían las llagas.
Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado. Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Entonces él, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama.
Pero Abraham le dijo: Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males; pero ahora este es consolado aquí, y tú atormentado. Además de todo esto, una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá. Entonces le dijo: Te ruego, pues, padre, que le envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les testifique, a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento.
Y Abraham le dijo: A Moisés y a los profetas tienen; óiganlos. Él entonces dijo: No, padre Abraham; pero si alguno fuere a ellos de entre los muertos, se arrepentirán. Mas Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos. (Lucas 16:19–31)
En primer lugar, la salvación se describe como el "Seno de Abraham", una imagen que sugiere la comunión ininterrumpida con la comunidad de fe como un elemento clave del paraíso. El Rico, sin embargo, se encuentra aislado y en los tormentos del Hades. Desde allí, clama a "Padre Abraham", como una oración a un santo difunto. Por supuesto, su oración es rechazada y se explica que no se puede enviar ayuda. La parábola en sí no es una historia destinada a transmitir detalles sobre la vida después de la muerte. Sin embargo, es una historia que señala la importancia de cuidar a los pobres. Pero los detalles de la historia de Jesús, el paraíso siendo el seno de Abraham y la oración a un santo, no reciben atención ni reprimenda en el evangelio. Parecen ser detalles que habrían sido una parte normal de la comprensión judía en ese momento. Estudios posteriores han confirmado que el seno de Abraham ya era parte de la comprensión judía y que Abraham, Isaac y Jacob intercedían por aquellos que eran atormentados en los fuegos del Hades.2
Los debates que comenzaron en el siglo XVI entre los primeros protestantes y los católicos romanos resultaron en una refinación y endurecimiento de las posiciones doctrinales con respecto a la vida después de la muerte3 y la naturaleza de la salvación.4 El cristianismo ortodoxo precede a estos debates y nunca formó parte de ellos. Como tal, la enseñanza ortodoxa refleja una comprensión mucho más temprana de estos asuntos y puede parecer, para algunos, menos desarrollada. En el pensamiento ortodoxo, hay una renuencia a hablar con autoridad sobre cosas que no han recibido un tratamiento definitivo en las Escrituras. Lo que sabemos y entendemos en cuanto a los difuntos es una seguridad permanente en la bondad de Dios y Su disposición para que todos se arrepientan y sean salvos (2 Pedro 3:9). Las oraciones de la Iglesia por los difuntos se aferran a esta esperanza y la expresan en su recuerdo ante Dios.
Footnotes
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Isabel Florence Hapgood, tr., Service Book of the Holy Orthodox-Catholic Apostolic Church, revised edition (NY: Association Press, 1922), 369. † Traducido del inglés. ↩
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Apocalipsis de Zefanías 11:2–4. ↩
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Por ejemplo, si se puede o no rezar por los difuntos y si existe o no el purgatorio. ↩
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Por ejemplo, si uno es salvo solo por la fe y qué papel, si alguno, desempeñan las buenas obras. ↩