El Advenimiento de Cristo
Aunque el Señor continuó cuidando y guiando a su pueblo, gran parte del Antiguo Testamento es un testimonio de su constante rebelión contra Él. En lugar de ser una luz para el resto del mundo, reflejando la santidad de Yahvé1, se dividieron en dos reinos enemistados (Judá e Israel), ambos gradualmente infectados por la idolatría y la inmoralidad. Después de advertir repetidamente a su pueblo que se arrepintiera, sin éxito, Dios finalmente permitió que fueran conquistados y exiliados por los asirios y babilonios. Una generación después, un remanente regresaría para reconstruir Judea, creando un estado semi-autónomo que sería sucesivamente pasado de imperio en imperio (persa, griego y luego romano).
Durante este período, el pueblo de Dios anhelaba ser liberado de estos gobernantes paganos, una esperanza que evolucionó hacia el deseo de un gran líder. Mirando a sus Escrituras, los judíos descubrieron profecías sobre un elegido, alguien que rompería el control de las potencias extranjeras y que restauraría a todo Israel a su lugar legítimo, inaugurando así una era de paz y justicia. Este hombre sería un gran rey de la línea de David: "Saldrá una vara del tronco de Isaí; un vástago retoñará de sus raíces y reposará sobre él el espíritu de Jehová: espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de temor de Jehová" (Isaías 11:1-2). También sería "sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec" (Salmo 110:4), modelado según el justo "sacerdote del Dios Altísimo" que ofreció pan y vino en nombre de Abraham (Génesis 14:18). Y finalmente, sería el verdadero profeta, como Dios le dice a Moisés: "Un profeta como tú les levantaré en medio de sus hermanos; pondré mis palabras en su boca y él les dirá todo lo que yo le mande" (Deuteronomio 18:18).
Durante el ministerio público de Jesús de Nazaret, muchos judíos comenzaron a proclamar que el Mesías había llegado. Quedaron asombrados por la manera en que enseñaba con autoridad, por su poder para expulsar demonios y por los numerosos milagros que realizaba. Comenzaron a proclamar que el tiempo de la liberación estaba cerca; sin embargo, no estaban preparados para el tipo de reino que estaba estableciendo. En lugar de abolir a los romanos, Jesús vino a expulsar al verdadero enemigo de la humanidad: esa antigua serpiente, el diablo. Y en lugar de restaurar el gobierno judío en el Medio Oriente, vino a inaugurar un reino espiritual: el Reino de los Cielos. La expectativa de un conquistador terrenal fue decepcionada, y muchos judíos rechazaron a Jesús en su crucifixión.
Pero en la experiencia de su resurrección de entre los muertos al tercer día, Jesús reveló a sus apóstoles que él es verdaderamente aquel del que se habló en la "Ley de Moisés, los Profetas y los Salmos" (Lucas 24:44). Como el cumplimiento de las Escrituras, Jesús representa la antítesis de ese primer hombre que pecó; él es "el postrer Adán" (1 Corintios 15:45) que unifica, encarna y actualiza perfectamente las tres vocaciones originales abandonadas por nuestros antepasados. Como escribe Eusebio, historiador cristiano del siglo IV, Todos estos ungidos del Antiguo Testamento "hacen referencia al verdadero Cristo, el Verbo divino y celestial, único sumo Sacerdote del universo, único rey de toda la creación y, entre los profetas, único sumo Profeta del Padre".2
Footnotes
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El nombre "Yahvé" es utilizado por algunos para representar el Tetragrammaton hebreo (que significa cuatro letras) יהוה (Yod Heh Vav Heh). Se consideraba blasfemo pronunciar el nombre de Dios; por lo tanto, solo se escribía y nunca se decía en voz alta, lo que resultó en la pérdida de la pronunciación original. Es más común en Biblias españolas representar el Tetragrammaton como "Jehóva" o "el Señor". † Esta nota ha sido ampliada del inglés. ↩
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† Eusebio de Cesarea, Historia Eclesiástica 1.3.8, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 2008, pagína 101-2.
Además, la tradición nos ha hecho saber igualmente que incluso algunos profetas se han convertido en Cristos, en figura, por obra de la unción con el óleo, de suerte que todos éstos hacen referencia al verdadero Cristo, el Verbo divino y celestial, único sumo Sacerdote del universo, único rey de toda la creación y, entre los profetas, único sumo Profeta del Padre. ↩